Hay pedazos de la ciudad que tienen tu cara,
Que dibujan con tiza blanca la silueta de mi cuerpo en el asfalto,
Con grutitas paganas donde voy y enciendo nuevamente el deseo de tu sonrisa llena de dientes blancos.
Hay veredas de mi barrio donde plantamos arboles de mandarinas florecidos,
Donde escribí ls calumnia de tu risa lenta y mi infancia de caña de azúcar y flores amarillas sobre los cabellos blancos del dulce caballero.
Mi ciudad, mis muertes.
La casa por la que juntamos firmas con los chicos de la facultad,
y mi biografía que los recuerda con nombre y numeración
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