Melena distinguida y el ruido de un suspiro me recuerdan que ya es hora de erguir la silueta, un, dos, tres... Cuanto me cuestan estos días pilotearlos fuera de la cama, que tener 21 años es poca cosa.
No me quedan dedos en la mano para contar los sinsabores cotidianos.
Un, Dos, Tres. Un pie, luego el otro. Se alzan primero mis hombros, torpes y huesudos, cuatro, siete, quince.
Primero la espalda cansada y doblada, hecha nidos... donde se juntan durante por la noche tus demonios a contarme de tus ojos, treinta y cinco, cuarenta, ochenta y siete.
Primero un pie y luego el otro, salomon y maria, se alzan pesados. Se alzan y se deshacen pisando la intersección de baldosas, los ácidos que derrame anoche mientras soñaba, primero de a gotitas duras, luego se fluidifican. Cosquillea, luego arde y al final quema, quema quema quema otra vez, cuatrocientos cincuenta y cinco, cuatrocientos cincuenta y siete.
Han de desarmarse mis pálidas extremidades, ahora son muñones de temprano despertar, de quejidos infinitos. ¿Seré capaz de albergarte en mi pecho? siete millones treinta y tres mil cuatrocientos dos.
Llega un torso arrastrándose hasta el espejo del baño, me miro, me asqueo y vomito obviedades, secuencia de todos los días.
Melena distinguida y ruido de turbinas.
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